De la discriminación a la descriminalización: El camino de las mujeres transgénero de Queens por sus derechos laborales como trabajadoras sexuales
Por Bruce Gil, Sara Hershcander y Juanita Ramos 
“Voy a envejecer. Esa es la ley de la vida. Tengo que enfocarme en otra cosa que ya no me lastime. Donde no esté usando mi cuerpo”, así inicia Norma Ureiro, de 44 años, su relato sobre cómo planea retirarse del que ha sido su trabajo por más de 20 años, un trabajo que como dice, le ha dolido pero también le ha dado la familia y el coraje para ser hoy una de las voces más importantes en la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales y las personas trans en la ciudad de Nueva York.

Norma es una trabajadora sexual veterana que conoce la escena nocturna de Queens de memoria. Su vida no ha sido fácil, esta mujer mexicana de ojos oscuros, pelo largo, nariz puntiaguda y muchas curvas ha transitado por la discrimianción, la persecución policial y la violencia. 

Ha visto como las políticas han cambiado, desde la derogación de la ley conocida como Walking while trans o caminar mientras se es trans, hasta los nuevos esfuerzos para descriminalizar el trabajo sexual en Nueva York. Estos cambios son, en realidad, el resultado del activismo que Norma y otras mujeres trans de Nueva York han llevado a cabo durante años. Pero para entender cómo las mujeres trans inmigrantes caen en la criminalización en primer lugar, hay que entender la discriminación cultural y sistémica a la que se enfrentan a través de las fronteras. La historia de Norma y de otras trabajadoras sexuales trans de Queens ayudan comprender cómo la sociedad y el estado les falla a estas mujeres y por qué luchan por la completa descriminalización del trabajo sexual. 

Norma quería ser un bailarín
Su historia empieza en el estado de Guerrero en México, donde supo desde siempre que se sentía diferente a los demás niños de su escuela y donde enfrentó sus primeras experiencias con la discriminación.

“Pues mi sueño era ser un bailarín. Me encanta bailar. Me fascina. Pero me decían que eso es para homosexuales, para maricones. Con esas palabras tan fuertes, hirientes”. 

Sus padres eran unos maestros de escuela, católicos que nunca la aceptaron por sus actitudes “amaneradas” y por su deseo de bailar, que luego cambió por el sueño de ser peluquero, algo que también “era de maricones” a la vista de su familia. 

La discriminación contra personas trans es un problema nacional en México. El país tiene una de las tasas más altas de asesinatos de personas trans en el mundo, según el Trans Murder Monitoring Project. Entre 2008 y 2021 se reportaron 593 asesinatos de personas trans y de género diverso en México. Una tasa de casi 5 personas trans asesinadas por cada millón de habitantes. En comparación , la tasa de asesinatos de personas trans en Estados Unidos durante el mismo período de tiempo fue de sólo 0,9 asesinatos reportados por millón de habitantes.  

Las personas trans experimentan violencia en el espacio público pero también en sus casas. 

La Marcha de las Putxs en Jackson Heights en septiembre de 2021. Foto por Sara Herschander.

“Mis papás fueron muy crueles conmigo, mamá y papá. Llegó el momento en que ellos me amarraban porque a veces me golpeaban y yo salía corriendo. Entonces para que ya no me fuera corriendo, mi papá me amarraba y me pegaba. Fue muy duro.(...) Mi mamá me dijo que no quería un maricón en su casa y que si yo lo era pues me iba a quemar con leña verde”, recuerda Norma mientras se le entrecorta la voz.

Su niñez y adolescencia pasaron entre vestirse de mujer, mirar los programas de la vedette mexicana Olga Breeskin a escondidas y evitar a aquellos que se burlaban de ella, incluso, asegura que llegó a tener pensamientos suicidas. Ella sabía que no estaba sola pero otros de sus compañeros decidieron seguir las expectativas sociales  y nunca expresar su homosexualidad o su deseo de ser mujeres. 

Su padre le puso un ultimátum porque no quería que ella le dañara la reputación que había ganado al ser profesor y ella decidió irse de su casa.

Otra sonedeo sobre personas trans en los Estados Unidos encontró que el 54% de los encuestados experimentaron una baja cantidad de rechazo familiar, el 31% experimentó una cantidad moderada de rechazo, y alrededor de 14% experimentó una alta cantidad de rechazo. Más de 2 de cada 5 encuestados reportaron un intento de suicidio, con el rechazo familiar fuertemente ligado a la probabilidad de intentar suicidarse. 
Esta historia similar la comparte Nayra Berrios, una trabajadora sexual de Puerto Rico. Cuando tenía 18 años, el novio de su madre la echó de la casa por ser transgénero. 

“Cuando me levanté, ya no tenía nada en mi cuarto. Ya el viejo se había encargado de sacarme todo y ponerlo en mi carro”, dijo Berrios de 35 años.

Ella, como Norma, reconoce que de no ser por la violencia de su familia nunca se hubiera aventurado a trabajar en la calle. 

“Lo primero es el rechazo familiar y lo segundo el de la sociedad”, aseguró  Berrios. “Porque tú puedes ser más aceptado como persona gay o lesbiana, pero ya cuando eres trans, la sociedad te excluye.”

Una encuesta de mujeres trans en México encontró que el 45% de personas transgénero ha sufrido abuso en su familia, y se estima que hasta el 70% de las mujeres y niñas trans en América Latina huyen o son expulsadas de sus hogares. 

Las personas trans también corren un riesgo muy alto de quedarse sin hogar e inestabilidad de  vivienda. Según el 2017 U.S. Trans Survey, 30% de las personas trans ha experimentado la falta de hogar en algún momento en su vida y 12% había experimentado la falta de hogar en el último año. 

“Aprendí que para comer tenia que hacer sexo”
Cuando Danik, quien ejerce el trabajo sexual se mudó a la Ciudad de Nueva York en 2018, pasó semanas buscando un trabajo que pudiera mantenerla a ella y a su familia en Honduras. Sin éxito y en riesgo de quedarse sin hogar y pasar hambre, recurrió a la única oportunidad que tenía a su alcance.

Se convirtió en una trabajadora sexual, dice, “porque tengo necesidad y porque me he visto obligada”.

Así mismo, en México, Norma, inició el trabajo sexual mucho antes que su transición, llegó por necesidad como lo hacen muchas mujeres y hombres que salen de sus casas y no tienen a nadie a su alrededor que les brinde ayuda. Cuando Norma se fue a los 15 años de su casa y escapó sin nada hasta Acapulco no tuvo otra opción. Su cuerpo se convirtió en su herramienta para lograr aunque sea algo de comer. 

“Hasta para que me dieran un taco tenía que hacer sexo con ellos. Dormía en la calle, en los camiones. Tratando de sobrevivir, aprendí que para comer tenía que hacer sexo”, cuenta Norma con lágrimas en sus ojos. 

La pobreza, el rechazo familiar y la falta de oportunidades son las razones constantes de quienes ingresan al trabajo sexual. 

Liaam Winslet, directora del Colectivo Intercultural Transgrediendo, reconoce que estas siguen siendo las motivaciones para muchas latinoamericanas, especialmente después de la pandemia donde varias de estas causas se han fortalecido. 

“Tenemos compañeras que están en situación de calle, que no tienen cómo pagar su renta, que estuvieron dispuestas y obligadas a contraer el Covid sin que el Estado asumiera esa responsabilidad”, dijo Winslet. “Pero como siempre se nos deja de lado, se nos olvida, se nos olvida y se nos sigue castigando”.

Mientras intentaba hacer una vida lejos de sus padres, Norma tuvo trabajos en tiendas, pero era constantemente agredida sexualmente. Luego conoció a su amiga Lucero que le dio sus primeras hormonas para iniciar su transición, gracias a ella pudo bailar en espectáculos nocturnos, sin embargo la persecución policial y el miedo a que alguien cercano a sus padres la reconociera vestida de mujer la llevó a huir nuevamente. 

“Los mismos policías te hacían tener sexo también. Nos encarcelaban, se burlaban, andábamos emplumadas cuando nos metían presas, nos quemaban las pelucas, nos quitaban la ropa. A los cuatro o cinco días salíamos con barba. Eso era como una diversión para ellos”, recuerda.

Norma Ureiro
A los 20 años, Norma llegó a Ciudad de México. Se hospedó en un hotel y también ejerció el trabajo sexual allí  interactuó con la policía y conoció cómo quienes eran los jefes de las redes de prostitución se aliaban con las autoridades para evitar los arrestos a cambio de dinero. La amiga que la invitó a Ciudad de México le prometió que la iba ayudar con la operación para su transición pero eso nunca pasó y Norma, cansada, decidió comunicarse con una prima que vivía en Nueva York, quien la convenció de que acá no la iban a discriminar. 

El National Center for Transgender Equality estima que hay entre 15,000 y 50,000 inmigrantes transgénero indocumentados viviendo en los Estados Unidos. Muchos emigran para escapar de la persecución peligrosa por su identidad de género en sus países de origen. Los Estados Unidos concede asilo a las personas que puedan demostrar temores fundados de persecución por pertenecer a un grupo social determinado, pero mientras a las personas trans se les ha concedido asilo, a veces, el sistema puede ser inaccesible porque depende en gran medida del criterio del juez. En 2019, sólo 6% de las solicitudes de asilo de México fueron aprobadas. 
Cruzar la frontera y enfrentar la falta de oportunidades
Como muchos migrantes, Norma hizo la travesía de cruzar el desierto durante 20 días, venía con ilusión pero también con traumas y miedo. Al llegar a El Bronx en Nueva York en el 2001, se dio cuenta de cuán traumatizada estaba, no podía ver una patrulla de policía porque creía que se la iban a llevar de inmediato, tal como pasaba en México. Lo que no sabía era que su miedo también era una realidad en la ciudad.

No fue hasta febrero de este año cuando se derogó una ley impuesta en 1976 que se conocía comúnmente como la prohibición de “caminar mientras seas trans.” Esta ley pretendía acabar con el merodeo con fines de prostitucion, pero muchos críticos afirmaban que la policía la utilizaba para acosar y perseguir a las mujeres trans sin importar si estaban infringiendo la ley o no. 

En 2018, las detenciones bajo este cargo aumentaron un 120% en un año, afectando de manera desproporcionada a las mujeres trans de color. En ese año, más de nueve de cada diez personas arrestadas eran de raza negra o latina, 80% eran mujeres, y casi la mitad de las detenciones ocurrieron en Queens, según el New York State Division of Criminal Justice Services. La policía de Nueva York redujo en gran medida la aplicación en los años posteriores antes de la derogación de la ley. 

Norma consiguió trabajo en un restaurante, sin embargo los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en la ciudad, hicieron que el lugar cerrase y Norma se quedó sin sustento. Seguido a eso, la prima que le había ofrecido estadía se devolvió a México.

A través de un amigo, Norma supo que podía trabajar en bares de Queens pero no tenía nada, ni maquillaje. Recuerda que fue a un Sephora en Manhattan y con los productos de prueba se maquilló como pudo para poder ir a buscar algo de dinero. 

“​​Llegamos al bar Lucho’s, que queda en la calle 69 con la avenida Roosevelt y yo dije Norma, a lo que sabes hacer, mamacita chula, porque de hambre tampoco te vas a morir así”, asegura. 
Lo que sabes hacer significaba volver a usar su cuerpo para trabajar. Intentó otras formas pero no había tenido la oportunidad de aprender nada diferente.

“Toqué varias puertas igual en la comunidad latina, en restaurantes donde el manager era hispano y al ver mi pasaporte que decía mi nombre de hombre, me decían te vamos a llamar y nunca lo hacían. Muchas veces busqué trabajo porque realmente yo quería salirme de eso totalmente. Pero no me dieron la oportunidad. Me preguntaban si había trabajado y les decía no,  no tengo experiencia”, agrega Norma.

Norma Ureiro
Y es que muchas mujeres trans tienen dificultades para encontrar trabajo debido a la transfobia, el acoso u otras barreras estructurales. Según la Encuesta de Transgéneros de Estados Unidos de 2015, más de una de cada cuatro mujeres trans latinas estaba desempleada, una tasa cinco veces mayor que la de la población general. Casi dos de cada cinco mujeres trans latinas informaron de experiencias de discriminación — incluyendo el despido o la negación de un trabajo o ascenso — debido a su identidad o expresión de género.


Y no solo es el caso de quienes ejercen el trabajo sexual, Sazcha, una mujer trans en Queens, que solo se dedica a hacer performances ha sufrido discriminación y acoso en la industria de restaurantes, donde siempre ha sido la única mujer trans en cada uno de sus lugares de trabajo.

“Tocamos cien puertas para que nos abran una — y eso debería cambiar”, dijo Sazcha, que ahora trabaja como supervisora de un restaurante en Manhattan.

“Dicen que este país tiene la mente abierta pero la gente no es así”, asegura. 

Como resultado, muchas mujeres trans comienzan a hacer trabajo sexual por necesidad económica — y una falta de oportunidades en otros sectores. 

“A veces el trabajo sexual es la mejor opción entre opciones limitadas”, dijo Mariah Grant, directora de investigación y promoción del Sex Workers Project. “Esto puede deberse a que las personas no tienen acceso a ciertas oportunidades de empleo debido a la discriminación endémica, ya sea por su raza o por su expresión de género.”

En los últimos años, los Estados Unidos ha promulgado más protecciones contra la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género. En junio de 2020, el Tribunal Supremo prohibió la discriminación laboral por motivos de orientación sexual o identidad de género en su histórica decisión el el caso Bostock v. Clayton County, que tuvo que ver con un hombre que fue despedido de su trabajo después de expresar interés en unirse a una liga de softbol gay. Antes de la decisión, este tipo de discriminación era legal en 28 estados.

Enfrentar los abusos de ICE y la pesadilla de volver a México
Norma fue arrestada dos veces en Nueva York, en una ocasión un abogado le dijo que lo mejor que podía hacer era declararse culpable por ejercer la prostitución y con eso saldría de inmediato. Ante el temor de que le pasara lo que le había pasado en México cuando se enfrentó a la persecución y a la violencia policial, Norma se declaró culpable y salió, sin embargo, no corrió la misma suerte un día en noviembre del 2005 que un supuesto cliente, según cuenta, le dijo que la llevaría hasta la casa y en medio del camino le dijo que le hiciera sexo oral. “Se trataba de un policía encubierto”, asegura.

Recordar este episodio de su vida la pone demasiado emocional y por eso se abstiene de dar muchos detalles, al estar detenida fue notificada que tenía una orden de deportación y todo indicaba que se había generado cuando se declaró culpable de ejercer el trabajo sexual.

Desde 2005 la policía de Nueva York ha reducido su colaboración con ICE. En 2014, el ayuntamiento aprobó una ley que limitaba la capacidad de la policía para transferir reclusos a la custodia del ICE. Desde octubre de 2013 hasta septiembre de 2014, ICE pidió al NYPD que retuviera a 2.635 reclusos más allá de sus fechas originales de puesta en libertad para darle tiempo a la agencia a decidir si procedían con procedimientos de deportación. Durante este período, la policía de Nueva York cumplió con 196 de esas órdenes. Apenas unos años después, de julio de 2019 a julio de 2020 el NYPD cumplió con cero de las 2,103 órdenes emitidas por ICE durante este período. Sin embargo, la ley aún deja abierta la posibilidad de que la policía cumpla con las órdenes ICE si un recluso ha sido condenado por un delito sexual. 

“Cuando terminó mi caso por prostitución, me mandaron a Nueva Jersey y ahí empezó mi calvario porque en me metieron en una caja, en un cuarto oscuro, frío, solitario, yo decía pero ¿por qué estoy aquí? Yo me quería morir”, recuerda Norma.

Los ​​Inmigrantes como ella son vulnerables a sufrir lo que los defensores llaman “la tubería de la prisión a la deportación”, un sistema por el cual un arresto atrae la atención de ICE. En febrero de 2019, ICE confirmó que detentaba más de 100 personas trans en 20 centros de detención en todo el país. 

A Norma la trasladaron a Louisiana a otro centro de detención que era de hombres y del cual no quiere ni recordar el nombre “No tenía dinero en el teléfono. No podía hacer una llamada. Yo le dije al juez que no me deportara a México porque mi vida corría peligro”, agrega.

Las condiciones en el centro se pusieron cada vez más difíciles al punto de que  ella se empezó a enfermar.

“Me estaba muriendo en la cárcel porque no tenía a nadie. No me dejaban salir a tomar el aire ni nada . Mi único delito era no tener papeles y ser una mujer trans.. Yo no tengo la culpa de ser quien soy y que ellos  me hayan encerrado como un vil delincuente”, asegura.

De acuerdo a Lynly Egyes, director legal del Transgender Law Center, que anteriormente representó a trabajadoras sexuales trans en la detención migratoria como director legal del Sex Workers Project del Urban Justice Center, “Las personas transgénero no pueden ser retenidas de forma segura en los centros de detención de inmigrantes” y esto, según él lo comprueban los casos de muertes de personas trans en estos espacios.

La Marcha de las Putxs en Jackson Heights en septiembre de 2021. Foto por Sara Herschander.

Según Egyes, las personas trans a menudo son retenidas en centros de detención de acuerdo a su género asignado al nacer, en vez de su identidad de género. ICE opera varias unidades diseñadas específicamente para detenidos trans, pero la decisión de enviar a alguien allí se decide caso por caso, y muchas personas trans optan por no revelar su verdadero género a los funcionarios por temor a la persecución.

Como resultado, las mujeres trans son a menudo detenidas con hombres cisgénero. Esto puede hacerlas vulnerables al acoso o abuso, además de la negligencia médica y una falta de acceso a la terapia hormonal. Un reporte en 2013 determinó que uno de cada cuatro casos corroborados del acoso sexual en la custodía de ICE involucró una victima trans y según el Center for American Progress, las personas LGBTQ+ presentan una probabilidad 97 veces mayor de experimentar el acoso sexual en un centro de detención de ICE. 

Estas condiciones extremas llevaron a Norma a suplicar que la dejaran salir y a empezar a desesperarse, perdió la conexión con sus amigas en Nueva York y no tenía a nadie a quién acudir, nadie sabía nada de ella. Un día un interno le dijo que si no firmaba la deportación la iban “a sacar muerta del centro”, eso la asustó y ella hizo una carta diciendo que aceptaba la deportación.
“Ya no aguantaba más entonces me deportaron a México”, explica. 

Cuando llegó a Ciudad de México pidió un teléfono prestado y pudo comunicarse con su comunidad en Nueva York para que la ayudaran,comprobando que efectivamente nadie sabía dónde estaba. Sólo duró ocho días, le enviaron dinero  y volvió a los Estados Unidos por la frontera, al llegar a su casa le diagnosticaron neumonía por las condiciones en el centro de detención.

Incluso la amenaza de ser deportada pone en riesgo las trabajadoras sexuales, según Winslet, la directora del Colectivo Intercultural Transgrediendo.

“De qué sirve que los centros de detención estén liberando a nuestras compañeras si no les están brindando el debido proceso con la urgencia necesaria? Puedes salir del centro de detención, terminas llegando a Nueva York. No tienes donde vivir. Te ves obligada a hacer trabajo sexual. Si la policía te arresta ya tienes un cargo y eso puede afectar también tu caso migratorio, pero no tienes las posibilidades de trabajar o buscar un empleo, digamos, “legal””, dijo Winslet.

Ni una más y el deseo de retirarse
Después de años de abuso Norma empezó a liderar el activismo por la descriminalización del trabajo sexual y el respeto a las personas trans. Años atrás había estado involucrada a algunas organizaciones, pero su arresto y su enfermedad luego de este, fueron los detonantes para que ella sacara todas las fuerzas y se enfrentara al sistema. 

”Dije: Ni una más. Me enteré que había otras chicas que habían muerto dentro del centro de detención. Y yo me considero una sobreviviente de ICE. Ellos no me dieron atención médica. Nunca supieron qué realmente yo tenía. A ellos no les importó como el ser humano que soy”, dice con voz fuerte. 

Ella enfrentó la falta de información, la discriminación de la justicia y el poco respeto que hay hacia las mujeres trans y las trabajadoras sexuales. Ella ahora dice que está de acuerdo con el modelo de despenalización que no lleve a quienes ejercen esta labor a la deportación y se atribuye el crédito de la derogación de la ley Walking while trans. 

La Marcha de las Putxs en Jackson Heights en septiembre de 2021. Foto por Sara Herschander.

El activismo de ella y de varias organizaciones ha llevado a que la justicia empiece a entender que el trabajo sexual no es un delito y eso lo explican leyes desiciones como las del pasado 13 de abril, cuando el Fiscal del Distrito de Manhattan, Cy Vance, Jr., anunció que no se perseguirá a las trabajadoras sexuales en el condado por prostitución y se desestimarían 6,000 casos relacionados con prostitución, 900 de los cuales datan de los años setenta. Lo mismo hizo la Fiscalía de Brooklyn en marzo, cuando ordenó la suspención de 857 órdenes de detención abiertas relacionadas con la prostitución. 

Desde 2015, los arrestos por prostitución y delitos relacionados en Nueva York han disminuido drásticamente en Nueva York, en parte debido a una directiva de la policía de Nueva York de 2017 para centrarse en la detención de clientes en lugar de trabajadores. Entre enero y octubre de 2021, 163 personas fueron arrestadas por prostitución y delitos relacionados. En ese período de tiempo en 2019, 922 personas fueron arrestadas. 

Sin embargo, la directora del colectivo intercultural Transgrediendo asegura que pese a que se han disminuido los arrestos,  el acoso en las calles continúa por parte de las autoridades y personas que hacen parte de las pandillas. 

“Aún sigue habiendo acoso por parte de la policía. Nuestras compañeras siguen viéndose expuestas a situaciones de violencia. En los últimos meses también hemos percibido o se ha visto que personas. En este caso los PIN o los chicos que andan por ahí tratando de intimidar a las compañeras. Las  han golpeado, las han asaltado muchas veces”, asegura Liaam. 

Liaam Winslet dirige el colectivo Intercultural Transgrediendo en Queen, NY. Foto por Sara Herschander.
Los ‘PIN’ son hombres que pertenecen a las pandillas y en ocasiones explotan con fines económicos. Para Winslet más allá de derogar las leyes existentes se debe quitar el estigma del trabajo sexual y de las personas transgénero.

“Que comiencen a dejar de ver a la comunidad como un problema, sino más bien tratar de dialogar y conocer la realidad de las personas que hacemos o que hace el trabajo sexual en calle o desde casa. No porque son distintos factores, o sea, la falta de oportunidades, la falta de empleo, la desigualdad, la pobreza en el no tener documentos nos obligan a exponernos de tal manera que muchas veces hasta en nuestras propias vidas están en riesgo”, asegura Winslet.

Actualmente, la legislatura estatal de Nueva York está considerando dos proyectos de ley separados — el Stop Violence in the Sex Trades Act (Ley de detener la violencia en el comercio sexual) y el Sex Trade Survivors Justice and Equality Act (Ley de justicia e igualdad de las supervivientes del comercio sexual) — que pretenden descriminalizar ciertos aspectos del trabajo sexual.

El Stop Violence in the Sex Trades Act, propuesta por la Senadora Julia Salazar, tiene por objeto descriminalizar el trabajo sexual para los propios trabajadores, así como para los clientes y otras personas asociadas con el comercio. Es un modelo de descriminalización total que es comparable al de Nueva Zelandia, que adoptó el enfoque en 2003. Bajo el modelo, que fue diseñado con el aporte de trabajadores sexuales, no es contrario a la ley trabajar como profesional del sexo o dirigir un burdel, ni tampoco pagar por servicios sexuales. Cuatro años después de la introducción del modelo, un informe determinó que la mayoría de los trabajadores sexuales de Nueva Zelandia sentían un mayor poder en sus negociaciones y más del 90% de los trabajadores encuestados dijeron que la ley les ofrecía más derechos.

El argumento a favor de este modelo es que aliviará las presiones legales para los clientes de las trabajadoras sexuales permitiéndoles trabajar abiertamente sin tener que ejercer su trabajo en condiciones riesgosas.

El Sex Trade Survivors Justice and Equality Act, propuesta por la Senadora Liz Krueger, legalizaría la venta de sexo, pero aún así procesaría a clientes y asociados. El enfoque a menudo se llama el modelo nórdico porque se ha puesto en práctica en varios países europeos, entre ellos Suecia, Noruega, Islandia e Irlanda. Críticos del modelo nórdico dicen que la ley seguirá poniendo a las trabajadores sexuales en riesgo de contacto con el sistema de justicia penal — y por extensión ICE — mediante el enjuiciamiento de los clientes y otros.

Por ahora Norma ya piensa en retirarse y en seguir trabajando su legado como activista, cuando se le pregunta cuál es su vida después de la prostitución se queda en silencio. “Logré quitar muchas piedras en mi camino”, dice, se pausa y se aferra a Dios porque pese a que cuando era niña el cura de la iglesia a donde iban sus padres tenía un letrero que prohibía los homosexuales, aún cree y considera que llegar a los 80 años sería un triunfo. Ahora esta mujer atiende llamadas de otro tipo de clientes que le piden domicilios de comida que ella entrega con un carro que pagó trabajando con lo que le tocó.

La March de Lxs Putxs 2021
Entrevista con directora ejecutiva del Colectivo Intercultural Transgrediendo Liaam Winslet.
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